Sí estás aquí es porque ya hemos trabajado juntos y podemos volver a hacerlo.

No se trata de hacer una sesión para diez, ni una mentoría de ocho horas. Se trata de estar juntos una hora, tú y yo a solas. Mano a mano.

Para que me preguntes lo que quieras sobre lo que yo conozco.

Ya sabes que de física cuántica no tengo ni la más remota idea, de eso mejor le preguntas a otro.

Pero si tienes una duda concreta, o varias, sobre comunicación y marca, eso ya es otro cantar.

Ahí sí que te puedo ayudar. Y tú lo sabes.

De eso se trata, de intentar resolver tus necesidades.
Una sesión de una hora por Zoom o teléfono. Tú eliges.

En este tipo de páginas ahora es cuando yo me presento.

Pero si de verdad tengo que presentarme, después de haber trabajado juntos, mal vamos.

Así que nos saltamos las presentaciones y te cuento las ventajas.

Le he preguntado a Chat GPT las ventajas de este tipo de sesiones y me ha dado un montón de respuestas, pero no me ha gustado ninguna.
Es una puñetera máquina, aunque digan que es inteligencia artificial. No es más que un aparato tecnológico que a ti no te llega a la suela de los zapatos.

A mí tampoco.

Así que te voy a decir la principal ventaja.

Podremos estar los dos solos. Preguntarás lo que quieras.
Me conoces y sabes que responderé a tus dudas de la mejor manera posible.

Y antes de los precios te pongo un ejemplo del valor que te aportaré.

El otro día, en una sesión con un cliente, buscando cómo darle valor a su marca, él le daba vueltas y vueltas.

Demasiadas vueltas, aquello parecía un tiovivo.

Resulta que mi cliente estuvo en un proceso de venta de su empresa. 
A punto de vendarla, por siete millones de euros.

Sí siete millones.

Se quitaba de en medio y a vivir la vida, él, su mujer y sus dos hijos pequeños.
Solo tenía que firmar y coger la pasta.
Sencillo.

Él les dijo a los compradores que quería que mantuviesen a los empleados, a todos.

Los compradores le dijeron que no iban a mantener ni a los empleados ni el espíritu de la empresa. Que lo iban a cambiar todo. Que ellos iban a entrar para hacer crecer el negocio y luego venderlo para ganar mucho más dinero.

Que los empleados les importaban un bledo.
Eso fue el mismo día de la firma, delante del notario.

Mi cliente se plantó, dijo que no firmaba, se levantó y se marchó.
Los compradores se quedaron ojipláticos.
No se lo podían creer.

Mi cliente no estaba dispuesto a que su negocio se fuese al garete y, mucho menos, que sus empleados acabasen en la calle.

Ahora los empleados se han dado cuenta del valor de su jefe, matan por él, pelean por hacer crecer el negocio.

En un año ha crecido más de un sesenta por ciento..

Él no ha vendido su negocio y se alegra.
Está feliz.

Pero sigue queriendo mejorar su marca.

Tuvimos una sesión en la que se dio cuenta de que su marca se vende mejor hablando de su forma de actuar, de su forma de ser.
De su negativa a vender.
Porque su negativa a vender es lo que vende.
No hace falta pregonarlo a los cuatro vientos.

Hay que lograr que otros lo pregonen por tí.

No se trata de hacer campañas de comunicación para contarlo, sino de contárselo a los periodistas de uno en uno. A cualquiera que quiera escucharlo.

Su valor está en que no quiso vender.
No quiso darse a la gran vida por mantener su negocio y, sobre todo, a sus empleados.

Esa es su marca y eso es lo que hay que saber vender.

Y para eso me contrató.

Para hacérselo ver.

Ese es el valor de estos encuentros a dos.
Tú y yo solos.
Por Zoom o por teléfono.

¿Lo tienes claro?

Seguro que sí, porque  ya nos conocemos.